El despertar espiritual nos lleva a una transformación interna mediante la cual recuperamos nuestra unión con la Fuente divina que reside en lo más profundo de nuestro ser. No debemos condenar aspectos de nosotros mismos, sino abrazar humildemente nuestra naturaleza sagrada otorgada por Dios.
Cuando nos percibimos a través de la mirada compasiva de la intuición divina, descubrimos que todos llevamos semillas de bondad dentro de nosotros, pues somos hijos del Altísimo. El reto está en cultivar esas semillas mediante la práctica constante de la meditación, la oración, el servicio desinteresado y el desarrollo de cualidades como la paciencia, la gratitud y el perdón.
La sanación espiritual nos impulsa a dejar atrás los sentimientos de culpa y vergüenza para abrazar la alegría de sentirnos hijos amados de Dios. Nos anima a ver la vida como una oportunidad para expresar nuestra luz interior, en lugar de un valle de lágrimas por el que debemos arrastrarnos.
La espiritualidad verdadera nos recuerda que ya estamos en el Cielo, aquí y ahora, pues el Reino de Dios está dentro nuestro, esperando manifestarse a cada instante a través de pensamientos más amorosos, palabras más gentiles y acciones más compasivas.
Cuando cultivamos esta conciencia de unidad con lo Divino mediante la comunión interior, la sanación del alma fluye de forma natural y nos volvemos canales de la gracia divina, irradiando paz, esperanza y alegría allá donde vamos. Y es así, amados míos, como ayudamos a sanar el mundo, comenzando por nuestro propio despertar espiritual.
Que la luz del Espíritu ilumine nuestro camino.
Con amor y humildad, un aspirante espiritual.
